La fabulosa leyenda de los escarabajos

Por AdminAcordBogota 18 mayo, 2021 1134

* La emotiva historia de unos muchachos humildes que le devolvieron al ciclismo mundial su magia y su poesía.

Por Rafael Mendoza

Acord Bogotá

De los héroes legendarios de Colombia, sus ciclistas, se han escrito decenas de libros, pero solamente dos me han llegado al alma. Uno escrito hace años, a comienzos de siglo, por un profesor universitario y periodista, el inglés Matt Rendell, y el segundo, que acaba de ser publicado por la editorial Luna Libros, del periodista francés Guy Roger.

Los dos tienen en sus títulos y en el fondo de su narración la imponencia de los Andes, esas moles majestuosas que hacen de nuestros paisajes una visión de ensueño y de nuestras carreteras unas vías que permiten a sus “escarabajos” subir al infinito. El primero se llamó “Reyes de las Montañas” y el segundo “Egan Bernal y los Hijos de la Cordillera”.

Si se pudiera resumirlos en pocas frases se podría decir que Rendell encontró que esos héroes humildes y sacrificados -encabezados por Efraín Forero, Cochise Rodríguez, el Ñato Suárez, Alvaro Pachón, Rafael Niño y luego por Alfonso Flórez, Lucho Herrera, el Viejo Patro y Fabio Parra- fueron los que con sus repetidos éxitos, le dieron unidad y un sentido de patria a los colombianos, separados desde siempre por los regionalismos y por una violencia absurda, mientras que Guy nos muestra el tremendo impacto que los pedalazos de esos mismos corredores, pero además de Nairo Quintana, Supermán López, Rigoberto Urán y sobre todo de Egan Bernal, causaron en el ciclismo mundial.

Para saber qué clase de atleta es el sorprendente campeón del Tour 2019, Guy nos recuerda que su consumo máximo de oxígeno es de 92, tiene una potencia de 420 vatios al término de un esfuerzo de 20 minutos y su umbral anaeróbico es de 95. Basta comparar con el consumo máximo de oxígeno de verdaderos monstruos del ciclismo mundial para entender lo que esos datos significan: el de Cristopher Froome es de 85, el de Miguel Induraín de 88 y el de Greg Lemond de 92. Pero como el mismo Egan lo recordó en una entrevista “aunque esto demuestra que se tiene un buen motor, no garantiza que uno gane el Tour. Para mí el aspecto psicológico en un reto como ese es más importante”.

Justamente en estos días en que gozamos con la maglia rosa de Egan en el Giro de Italia, Carlos Vives, en el prólogo de esta épica narración, nos muestra su impresionante estatura pues “en él se ha llevado casi hasta la perfección el sacrificio de los escarabajos (que) es algo más profundo, se nota la pasión en sus ojos y su dolor se llama coraje.” Esa es la única explicación de su actual “resurrección” lograda sólo explicable por su extrema capacidad de sufrimiento.

Con la minuciosidad y el preciosismo de un artesano Guy Roger nos lleva por la historia de ese niño, con las limitaciones que tenía su familia, que vivía en una casa de interés social en la que si había para la comida no había para mucho más, pero que antes de nacer ya parecía destinado a la gloria porque el médico de la familia, el doctor José Bulla, tuvo un presentimiento y le dijo a Flor, su madre, “ese niño te lo envía el cielo. Hará grandes cosas en la vida. Déjame escoger su nombre y concédeme el honor de ser su padrino”. A Flor no le convence mucho Egan. No combina bien con Bernal. Pero el doctor insiste: “en griego antiguo Egan es un triunfador, un hombre que emprende y que jamás se rinde. Es también el que domina el fuego. Tiene su propia luz, tan luminosa, tan atrayente, que Afrodita, se enamoró de él”.

Y la historia es narrada detalle a detalle iniciando con la forma casi milagrosa como se ganó su primera carrera a los ocho años, con un casco de adulto que le llegaba a los ojos y gracias a cinco mil pesos prestados para la inscripción por un amigo, le permitieron ganar un año y medio de suscripción al club municipal, un pantalón corto de ciclista, una lata de gaseosa ¡y un pollo asado! Entonces encontró como entrenador al ciclista Fabio Rodríguez quien lo formó por cinco años y posteriormente a Fabio Mazuera, quien con enormes sacrificios lo llevó a ganar títulos panamericanos y latinoamericanos de ciclo montañismo en Argentina y hasta una medalla de plata en el Mundial de Oslo y una de bronce en el de Andorra. Luego, ya en la ruta lo encaminaría en su equipo continental Gianni Savio quien se lo cedería al Ineos con el que comenzaría a escribir su gran historia.

Pero este libro no es solamente Egan Bernal. Es también, en narraciones colmadas de detalles humanos, un hermoso tributo a Martín Ramírez, Nairo Quintana, Miguel Ángel López, Rigoberto Urán, Fernando Gaviria, Alvaro Mejía, Oliverio Rincón, Hernán Buenahora, José Jaime González, Víctor Hugo Peña, Santiago Botero, Nelson Cacaíto Rodríguez, Mauricio Soler y Sergio Higuita. Y para mostrar un cuadro real de lo que es el ciclismo colombiano al mismo tiempo analiza la labor admirable de Carlos Mario Jaramillo y Luis Fernando Saldarriaga para formar deportistas honestos y limpios y la nefasta influencia del negocio de la droga, que dejó una desafortunada estela de ciclistas muertos y del dopaje que no se puede esconder ya que es la cara oscura de esa epopeya que escriben con pedalazos los más humildes y sacrificados de nuestros campesinos y los valientes muchachos de barriada que se levantan orgullosos de los fangales en los que viven.

Hay que restregarse los ojos para creer lo que escribió el director de L Equipe, Jacques Goddet, tras la victoria de Alfonso Flórez en el Tour del Porvenir: “Tras el desembarco de la URSS y la llegada de los boys de Estados Unidos, el advenimiento deslumbrante de los colombianos. Al fin se abrió por completo el futuro para este deporte maravilloso, en el que ya no era deseable que las naciones de Europa occidental lo encerraran en unas reglas y unos hábitos que podían llegar a destruir su loca poesía, la que canta la audacia, la iniciativa, la necesidad de sacrificio”. Este es el espíritu que anima este libro admirable.