Ni pan, ni circo
Por AdminAcordBogota 21 mayo, 2021 3986
Por ALVARO JAVIER CALDERON
Acord Bogotá
El conocimiento de la historia, se ha dicho siempre, sirve para que ésta no se repita o para recibir, de ella, una enseñanza que mejore la condición de los pueblos; sin embargo, en el caso de los directivos del fútbol colombiano, puede más el afán de figurar que la sensatez, y adquiere gran valor la sentencia de Juvenal, el poeta romano de siglo I AC, quien expresó: “Es mucho más grande la sed de fama que la de virtud. Pues ¿quién abraza la virtud en sí, si le quitan los premios? Sin embargo, alguna vez la gloria de unos pocos ha aplastado a la patria, […] puesto que también a los propios sepulcros les ha sido asignado un fatal destino.”
El fútbol continental tuvo su máxima gesta (léase Copa América) de 2001 en Colombia, cuando la nación se debatía en un caos similar al que se vive hoy. Fueron muchas las voces que se levantaron en procura del entendimiento de los directivos de turno (algunos de los cuales permanecen), exhortándolos a que declinaran la sede; sin embargo, realizaron el torneo contra viento y marea, mostrando ante la faz del mundo un pueblo inconforme protestando en todos los rincones de la patria.
Barranquilla ha sido, hoy, una muestra de lo que sucedería cuando las selecciones de Brasil, Ecuador, Perú y Venezuela llegaran al territorio colombiano para enfrentarse a la local Colombia; es decir, la influencia de inconformes se haría extensiva a las ciudades sedes de los juegos. Partiendo de estos sucesos, se puede colegir que la crisis se agravaría y los hechos trágicos se multiplicarían; pero esto, poco o nada importa a los directivos del fútbol, ansiosos de figurar y pasar a la historia, con la fama como común denominador.
Los zares del fútbol colombiano y los del organismo continental, vuelven a la palestra interponiendo sus intereses personales, sin tener en cuenta las necesidades de la nación; los locales obligan a los equipos a jugar la Liga, y la Conmebol acelera la realización de la Copa América, porque los patrocinadores (en ambos casos), pagaron los derechos desde hace rato y reclaman, hoy, el cumplimiento de los compromisos adquiridos.
La promoción de país, gracias a los visitantes que llegarían, fue la excusa para realizar el torneo; olvidaron los tozudos directivos que el viajar a Colombia no se recomienda en la mayoría de los Estados del mundo. Así las cosas, la inversión hecha para adecuar estadios, vías y zonas de concentración no será recuperable, aumentando la crisis financiera, que es otro de los flagelos que azota a esta sufrida nación.
La historia no pudo enseñar y se repiten los sucesos ya conocidos, porque puede más el afán de figurar que la necesidad de apoyar; por fortuna para la dolida nación, ya la Copa América le dijo adiós a Colombia y no se continuará acrecentando la mala imagen del país, en el exterior.
Volviendo al comienzo, es válido complementar el pensamiento de Juvenal, usándolo como colofón a este escrito: “[…] desde hace tiempo, exactamente desde que no tiene a quien vender el voto, éste pueblo ha perdido su interés por la política; y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin, todo, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo.”; pero hoy, ya no se tiene, ni lo uno, ni lo otro.
Adjunto: La competencia futbolística debe circunscribirse a las canchas, y no permitirse la mezcla del deporte con la necesidad del pueblo.
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